El espíritu del 15M

Se cumple un año del 15M y la verdad es que las cosas siguen igual o incluso peor. ¿Significa entonces que hay que dejar que las cosas pasen sin más y callarse la boca? Ni mucho menos. El conformismo sólo lleva a la parálisis social, al estancamiento y al retroceso de las sociedades.

Es gracias a los inconformistas que las sociedades evolucionan
y tratan de buscar siempre mejores condiciones de vida. Si no hubiese habido inconformistas en la historia, no se habrían producido gran parte de los avances científicos, médicos, tecnológicos o políticos. No se habría superado la sociedad feudal ni los regímenes absolutistas, ni las dictaduras modernas; no se habría producido la revolución francesa ni se hubiese abolido la esclavitud. La propia figura de Jesucristo no habría llegado hasta nuestros días de no ser porque fue un gran inconformista de su tiempo.

El 15M o, mejor dicho, el espíritu del 15M, es más importante de lo que pensamos. No importa si los que lo iniciaron tenían en la cabeza unas u otras intenciones partidistas. No importa que más pronto que tarde se tratase de identificar el 15M con determinados partidos o que otros tratasen de desacreditarlo.
Lo importante del 15M, lo realmente importante, es lo que encierra su espíritu: el pueblo hablando en la calle; el pueblo expresándose y manifestando su disconformidad con lo que está mal hecho; el volver a interesarse por la política y por los asuntos públicos; el despertar de la capacidad y el sentido crítico, que estaban aletargados desde la llegada de la democracia.

El 15M simboliza mucho más de lo que nos podemos imaginar. No nos quedemos con la simple imagen de una acampada o de una manifestación. Es mucho más lo que hay detrás. ¿No es verdad que muchas de las premisas que se critican desde el 15M son objeto de crítica diaria por cada uno de nosotros?, ¿no es vedad que muchas de las ideas de mejora que se proponen son consideradas de sentido común y deseadas por la gran mayoría? No nos quedemos por lo tanto con unas imágenes, quedémonos con el trasfondo que hay detrás de todo eso.

Ese espíritu inconformista, ese sentido crítico, esa capacidad de que el pueblo hable en la calle es algo que nunca deberíamos perder. De perderlo, habríamos perdido mucho, incluso a nosotros mismos

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